lunes, septiembre 13, 2010

Alianza HIT

Al mediodía del día de la Fiesta de la Ascensión del Emperador, en 845.M41, el cielo verde jade de Golia VII se volvió rojo herrumbre. Tres días después, llovía sangre de ese mismo cielo. Las calles de la capital del planeta quedaron teñidas de rojo y cundió el pánico entre la población.

El consejo del gobernador pidió a los ciudadanos mantener la calma, pero en la junta privada se dijo que el planeta se hallaba en la trayectoria de una tormenta disforme de proporciones nunca antes vistars. "¿Por qué no les habían avisado de ello los astrópatas?", deseaban saber, pero los astrópatas no estaban presentes. Sus cadáveres fueron encontrados más tarde ese mismo día con caras descompuestas en un rictus agónico y sangre manando de todos los orificios del cuerpo.

Al desconocer la verdadera naturaleza del fenómeno, el Gobernador Krusko movilizó a la Fuerza de Defensa Planetaria. De una población de 900 millones, uno de cada cinco adultos fue asignado a la defensa del planeta. Una defensa frente a un enemigo que del que nadie tenía la menor idea de lo que podía ser o hacer.

Se movilizaron grupos de trabajo de miles de individuos. Hombres y mujeres trabajaron penosamente bajo la lluvia para levantar kilómetros y kilómetros de líneas defensivas. Seis de las ciudades principales se rodearon de fortificaciones y se colocaron un millón de soldados para defender cada línea. Mil elementos de artillería esperaban la orden de bombardear las llanuras que tenían ante ellos.

Y, aún así, la lluvia seguía cayendo y no había ni rastro del enemigo.

A medida que fueron pasando los días, las noches de los defensores se vieron asaltadas por sueños terribles. Los sueños de violencia y tormentos que insuflaban un temor ultraterreno a todos los sodados y se negaban a abandonarlos con la llegada del sol. Cada día quedaban menos defensores en sus puestos. Las deserciones empezaron a multiplicarse a medida que aumentaba el número de desaparecidos por la noche. En poco tiempo, compañías enteras habían abandonado sus puestos y los altos cargos se vieron obligados a realizar ejecuciones sumarias en masa para evitar que la desbandada se extendiera a todo el ejército.

Y, sin embargo, no había ni rastro del enemigo.

Las ciudades cayeron presas de la violencia y el malestar. Varios regimientos de las FDP se retiraron de las líneas de defensa en un intento de sofocar las revueltas. Se produjeron batallas por doquier y, al cabo de muy poco tiempo, la anarquía se anarquía se apoderó de las calles.

La noticia del malestar no tardó en llegar a las unidades emplazadas en las defensas. Varios regimientos enteros, al ver que estaban siendo desaprovechados teniendo que ocupar trincheras inundadas de sangre, decidieron que podrían hacer algo más útil defendiendo sus hogares de las muchedumbres que estaban saqueando las ciudades. Y así, en cuestión de días, las líneas quedaron desiertas y se formaron enormes columnas de guerreros que volvían a las ciudades.

Una vez allí, las unidades de defensa se enfrentaron a su pueblo. Mientras unos relámpagos del color de la lava atravesaban el cielo, los hermanos se enfrentaron entre sí creando una explosión de violencia salvaje y desmedida. La tormenta disforme estalló entonces con toda su fuerza y sumergió a Golia VII en su abrazo mortal. Las pesadillas que habían permanecido ocultas al borde de la vigilia de los hombres se hicieron realidad en un abrir y cerrar de ojos, y los horrores vagaron libremente por la tierra. Muchos defensores se volvieron contra el suelo gimoteando incontroladamente. Otros, dejaron que la locura los poseyera por completo, y la aceptaron, la invitaron y se sumergieron en ella.

En el momento álgido de la tormenta, los hombres se desgarraron entre sí habiendo desaparecido todo rastro de cordura y de razón entre ellos. La ira desenfrenada sustituyó a la voluntad y al empeño, y cientos de millones de personas murieron al enzarzarse en temibles y amargas luchas contra sus paisanos. Atormentados por poderes mucho más allá del plano físico, la superfície de Golia VII se fracturó. El suelo se agrietó y emergieron fuentes de sangre. Los muertos y los moribundos fueron arrastrados por torrentes de sangre. Los últimos en morir fueron breves testigos de la risa alocada de un dios sediento que recorrió el aire aniquilando los últimos vestigios de cordura que quedaban en el planeta.

Golia VII fue conquistada sin que nadie hubiera efectuado ni un solo disparo y millones de personas murieron a manos del terrible poder de los HIT.

Y, sin embargo, nadie había visto a ningún enemigo...