El primer sentido que Albama recuperó fue el del gusto, el gusto de la sangre. Y, tal y como pudo comprobar al escupir el líquido carmesí por la boca, se trataba de su propia sangre. Abrió los ojos con mucho esfuerzo y vio que estaba tendida sobre un brezo ensangrentado. Le zumbaban los oídos y le llegaba el olor a humo y carne calcinada. Se llevó la mano a la mejilla y comprobó que tenía el lado derecho de la cara recubierto por un velo carmesí que le manaba de un corte por encima del ojo. Cuando sus dedos curiosos tocaron aquella herida tan profunda, se estremeció de dolor.
De súbito, la Protomusa sintió una palmada en el hombro y se dio la vuelta en el suelo. Sobre Albama se alzaba un hombre robusto de barba poblada y uniforme azul, el color de HIT. El soldado movía los labios, pero ella no oía ni una palabra de lo que decía. El penacho negro del yelmo lo señalaban como un alto mando del Imperio HIT. Era el Lord Exterminador, Bulakov.
Este ayudó a Albama a incorporarse. De repente, recuperó la capacidad auditiva y durante unos momentos, se sintió mareada. Se oían gritos secos, gente gritando órdenes y el constante entrechocar del metal contra el metal. Los gritos y las explosiones inundaban el ambiente y a la Protomusa le entraron ganas de vomitar.
-¿Dónde está tu flota?- le preguntó el Lord Exterminador mientras recogía su espada plateada, pero, al no recibir más que un estúpido silencio por respuesta, hizo un gesto negativo con la cabeza y volvió con sus hombres con paso decidido.
Albama miró a su alrededor en busca del verde y rojo de Brixton y del estandarte del dragón del Tercer Regimiento de HIT. Atisbó un retazo de verde hacía su derecha, detrás de un escuadron de cazadores pesados pantera intentando despegar, que tenían el blindaje manchado de sangre y barro de pilotos que habían fenecido en el intento de llegar a sus naves en mitad del bombardeo orbital. Albama recogió su casco y empezó a andar hacía ellos.
La Protomusa fue mirando a su alrededor como atontada mientras se dirigía con paso inseguro hacia el resto de su regimiento. El frente del Imperio estaba luchando por doquier contra el enemigo más temido de la galaxia. A unos doce metros de Albama, un escuadron de ligeros saltaba por los aires mientras los plasmas preparaban sus armas para la embestida de una decena de bombarderos que se dirigía contra ellos. Cuando las naves pesadas soltaron su carga contra las defensas, se produjo un estruendo ensordecedor de gritos y metal partiéndose, y el impacto hizo retroceder a Albama unos pasos. Sin embargo, los plasmas resistieron y contraatacaron contra aquellas naves gigantescas, algunas de ellas cayeron abatidas, otras alzaron el vuelo en medio del ruido ensordecedor de los cañones. Unos segundos después, el destacamento de cruceros del regimiento, flanqueaba a los bombarderos protegidos con la bendición del Emperador de HIT, mientras sus montruosos adversarios se alzaban imponentes ante ellos.
Albama volvió a quedarse sorda cuando una explosión estruendosa retumbó por todo el campo de batalla procedente de la batería de artillería emplazada en la colina que había a su espalda. Un torrente de cohetes de los lanza-misiles pasó silbando por el cielo trazando trayectorias erráticas mientras las descargas de plasma, y los los láseres surcaban el viento. Una oleada de explosiones segó las partidas de guerra que se acercaban por el cielo, haciendo saltar por los aires barro, entrañas y partes de fuselaje. La andanada fue acompañada una ardiente explosión de energía gravitatoria, ya que una estrella de la muerte descendió de los cielos y caminaba junto a los regimientos Hitenses arrojando ráfagas mortíferas. Finalmente, el chasquido del disparo de la estrella se unió al crepitar del fuego que ardía en distintos puntos del campo de batalla.
El escuadron de cazadores pesados pantera se separó y empezaron a dar un rodeo hacia la derecha en dirección este. Albama pudo ver entonces a su regimiento y, por su aspecto ligeramente relajado, parecía estar aguantando las órdenes del Emperador. Eran muchos menos que al inicio de la batalla y la Protomusa vislumbró retazos de tela verde o roja entre la hierba alta que por suerte ocultaba los cadáveres de la vista. Ante su regimiento, unos destructores recubiertos de pinturas de guerra se abalanzaba con los cañones armados. Alzándose sobre las cabezas de los Hitenses, Albama advirtió una silueta reluciente en lo alto de una roca. Era el Emperador, con su armadura resplandeciente, una capa de piel de león y su Colmillo Rúnico brillando de energía que sostenía por encima de la cabeza, a punto de dar la orden de contracarga.
Albama profirió un grito y empezó a correr con dificultad mientras la cabeza le dolía a rabiar. Varios de los pilotos de las filas traseras del Tercer Regimiento de HIT se giraron hacia ella y le dirigieron palabras de ánimo. Albama oyó como el sargento vociferaba la orden de embarcar en las naves justo cuando ella llegaba al regimiento y se unía al resto de pilotos entre palmadas en la espalda y medias sonrisas.
Albama ocupó su lugar en la segunda fila de cruceros y vio que el Sargento Reality la miraba por encima del hombro.
-Pensábamos que estabas fiambre...- dijo el sargento con una sonrisa.
-Puede que no tarde mucho en estarlo...- contestó Albama lúgubremente al fijarse en los destructores que descendían con el morro en picado hacía los Hitenses.
El sargento dirigió la mirada al frente y vociferó una orden por el intercomunicador. Como un solo ser, todos los pilotos se detuvieron en seco. Tras otra orden elevaron el vuelo y cargaron sus armas adoptando formación de combate. Albama tenía los brazos cansados, manejar el mando le costaba mucho y apenas podía no temblar a causa de la fatiga, pero centró toda su atención en los destructores que se aproximaban mientras la sangre seguía secándosele en el rostro.
La batalla por el honor y la gloria del Imperio HIT no había hecho más que comenzar.
De súbito, la Protomusa sintió una palmada en el hombro y se dio la vuelta en el suelo. Sobre Albama se alzaba un hombre robusto de barba poblada y uniforme azul, el color de HIT. El soldado movía los labios, pero ella no oía ni una palabra de lo que decía. El penacho negro del yelmo lo señalaban como un alto mando del Imperio HIT. Era el Lord Exterminador, Bulakov.
Este ayudó a Albama a incorporarse. De repente, recuperó la capacidad auditiva y durante unos momentos, se sintió mareada. Se oían gritos secos, gente gritando órdenes y el constante entrechocar del metal contra el metal. Los gritos y las explosiones inundaban el ambiente y a la Protomusa le entraron ganas de vomitar.
-¿Dónde está tu flota?- le preguntó el Lord Exterminador mientras recogía su espada plateada, pero, al no recibir más que un estúpido silencio por respuesta, hizo un gesto negativo con la cabeza y volvió con sus hombres con paso decidido.
Albama miró a su alrededor en busca del verde y rojo de Brixton y del estandarte del dragón del Tercer Regimiento de HIT. Atisbó un retazo de verde hacía su derecha, detrás de un escuadron de cazadores pesados pantera intentando despegar, que tenían el blindaje manchado de sangre y barro de pilotos que habían fenecido en el intento de llegar a sus naves en mitad del bombardeo orbital. Albama recogió su casco y empezó a andar hacía ellos.
La Protomusa fue mirando a su alrededor como atontada mientras se dirigía con paso inseguro hacia el resto de su regimiento. El frente del Imperio estaba luchando por doquier contra el enemigo más temido de la galaxia. A unos doce metros de Albama, un escuadron de ligeros saltaba por los aires mientras los plasmas preparaban sus armas para la embestida de una decena de bombarderos que se dirigía contra ellos. Cuando las naves pesadas soltaron su carga contra las defensas, se produjo un estruendo ensordecedor de gritos y metal partiéndose, y el impacto hizo retroceder a Albama unos pasos. Sin embargo, los plasmas resistieron y contraatacaron contra aquellas naves gigantescas, algunas de ellas cayeron abatidas, otras alzaron el vuelo en medio del ruido ensordecedor de los cañones. Unos segundos después, el destacamento de cruceros del regimiento, flanqueaba a los bombarderos protegidos con la bendición del Emperador de HIT, mientras sus montruosos adversarios se alzaban imponentes ante ellos.
Albama volvió a quedarse sorda cuando una explosión estruendosa retumbó por todo el campo de batalla procedente de la batería de artillería emplazada en la colina que había a su espalda. Un torrente de cohetes de los lanza-misiles pasó silbando por el cielo trazando trayectorias erráticas mientras las descargas de plasma, y los los láseres surcaban el viento. Una oleada de explosiones segó las partidas de guerra que se acercaban por el cielo, haciendo saltar por los aires barro, entrañas y partes de fuselaje. La andanada fue acompañada una ardiente explosión de energía gravitatoria, ya que una estrella de la muerte descendió de los cielos y caminaba junto a los regimientos Hitenses arrojando ráfagas mortíferas. Finalmente, el chasquido del disparo de la estrella se unió al crepitar del fuego que ardía en distintos puntos del campo de batalla.
El escuadron de cazadores pesados pantera se separó y empezaron a dar un rodeo hacia la derecha en dirección este. Albama pudo ver entonces a su regimiento y, por su aspecto ligeramente relajado, parecía estar aguantando las órdenes del Emperador. Eran muchos menos que al inicio de la batalla y la Protomusa vislumbró retazos de tela verde o roja entre la hierba alta que por suerte ocultaba los cadáveres de la vista. Ante su regimiento, unos destructores recubiertos de pinturas de guerra se abalanzaba con los cañones armados. Alzándose sobre las cabezas de los Hitenses, Albama advirtió una silueta reluciente en lo alto de una roca. Era el Emperador, con su armadura resplandeciente, una capa de piel de león y su Colmillo Rúnico brillando de energía que sostenía por encima de la cabeza, a punto de dar la orden de contracarga.
Albama profirió un grito y empezó a correr con dificultad mientras la cabeza le dolía a rabiar. Varios de los pilotos de las filas traseras del Tercer Regimiento de HIT se giraron hacia ella y le dirigieron palabras de ánimo. Albama oyó como el sargento vociferaba la orden de embarcar en las naves justo cuando ella llegaba al regimiento y se unía al resto de pilotos entre palmadas en la espalda y medias sonrisas.
Albama ocupó su lugar en la segunda fila de cruceros y vio que el Sargento Reality la miraba por encima del hombro.
-Pensábamos que estabas fiambre...- dijo el sargento con una sonrisa.
-Puede que no tarde mucho en estarlo...- contestó Albama lúgubremente al fijarse en los destructores que descendían con el morro en picado hacía los Hitenses.
El sargento dirigió la mirada al frente y vociferó una orden por el intercomunicador. Como un solo ser, todos los pilotos se detuvieron en seco. Tras otra orden elevaron el vuelo y cargaron sus armas adoptando formación de combate. Albama tenía los brazos cansados, manejar el mando le costaba mucho y apenas podía no temblar a causa de la fatiga, pero centró toda su atención en los destructores que se aproximaban mientras la sangre seguía secándosele en el rostro.
La batalla por el honor y la gloria del Imperio HIT no había hecho más que comenzar.
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