Hoy, bajo la luz de dos soles esplendorosos, tuve que presenciar como mis soldados caían en una emboscada. Apenas tuvieron tiempo de reaccionar, y refugiarse en un edificio abandonado. Ya entonces, sitiados bajo fuego enemigo, mandaron el mensaje de ayuda.
En nuestro campamento movilizamos rápidamente a las Escuadras de despliegue táctico. Definitivamente la 5ª Compañía de Apoyo Armado, saldría en su búsqueda. Nadie más estaba listo para partir.
Nada más llegar a la zona de la última transmisión recibida. No vieron nada. Se dispusieron a rastrear en busca de alguna señal que indicara su paradero. Entonces ocurrió todo.
El Sargento Viliad se lanzó a un cráter para ponerse a salvo mientras oía a los soldados de su Compañía hacer lo mismo un segundo después. El fuego de las armas laser abrasaba el aire por encima de su cabeza y levantaba pequeñas nubes de polvo al impactar sobre el destrozado borde de hormigón del cráter.
El visor de Viliad requirió su atención con un icono parpadeante. El pelotón de mis hombres se había redesplegado tres kilometros al Sur y se encontraba flanqueado, en un intento de maniobrar bajo un mortífero fuego cruzado en las ruinas de una ciudad.
Nuevas órdenes. El Sargento comunicó a los miembros de su Companía el nuevo objetivo y les hizo un ademán con la mano para que fuesen saliendo del cráter uno a uno y cruzaran la calle para ponerse a cubierto tras un cazador pesado destrozado.
Durante los segundos en que Viliad se puso al descubierto, quedando expuesto al fuego enemigo, pudo hacerse una composición de la escena que se desarrollaba frente a él. El horizonte parecía un infierno en el que solo destacaba la silueta dibujada de las minas abandonadas. Sabía que tendrian que atravesar aquellas ruinas y también sabía que era la ruta favorita de los francotiradores rebeldes y el lugar donde el primer pelotón había sido emboscado.
Viliad y su Compañía se movían ahora en paralelo hacia la línea del frente, en busca de movimientos furtivos en tierra de nadie. La escuadra se movía con la fuerza y determinación de las mejores tropas de élite de mi ejército. Se pusieron bajo cobertura, pero ellos no podrían retirarse y refugiarse como el primer pelotón. El Sargento Viliad había prometido no desperdiciar una sola gota de sangre de sus hombres por rescatar a esos débiles. Solo derramarían su sangre en nombre del Emperador y de su primer hijo nacído, Bulakov El'Leon.
A menos de un kilómetro del objetivo, se oyó un disparo mientras la Compañía cruzaba cinco metros a campo abierto. El soldado Mathias había recibido el impacto del proyectil en el pecho, justo debajo de la línea del cuello. Viliad y sus hombres, dieron un salto para ponerse rápidamente a cubierto mientras el sargento se enfurecía al comprobar que el objetivo del disparo no había sido una coincidencia.
Mediante la repetición de los tres últimos segundos de pelicula de la cámara incorporada en el casco de Mathias. Viliad pudo captar el destello más insignificante en medio de las sombras del cristal de una ventana de un edificio que tenían juso delante. Sabía que el asesino se movería inmediatamente después de ejecutar el disparo, ya que no desearía atraer el fuego enemigo arriesgando un segundo disparo desde la misma posición. Viliad ordenó a la Compañía que avanzase; cortarían la ruta de escape del francotirador en la base del edificio antes de que tuviese tiempo de disparar una segunda vez.
Tras bajar con rápidez por un callejón lateral, la escuadra comprobó que no tenía salida. Viliad no disponía de tiempo para abrir una brecha en el muro con una granada perforante y, en lugar de continuar con su camino, golpeó con su hombro el muro de granito con la fuerza de coloso. Mientras el muro caía derrumbado, se deslizó a través del agujero y comprobó que el francotirador había conducido a la Compañía a una emboscada, pero no habrían contado con la nueva ruta abierta por el sargento.
A cinco metros, Viliad se encontró con un grupo de rebeldes desaliñados que con sus rifles laser cubrían el exterior de la calle: la calle que Viliad y sus hombres habían seguido en pos del asesino de no haber elegido una ruta más directa. Viliad se apoyó sobre una rodilla balanceando su pistola de plasma a la vez. Sus soldados aparecieron detrás mientras apretaba el gatillo y seís rifles más dispararon en el preciso instante en que la habitación se llenaba con el destello de su pistola de plasma . Los rebeldes se desintegraron en una llamarada roja que se dilataba por el aire y cubría las paredes con un estucado escarlata.
"¿Sargento Viliad?", llamó una voz procedente de unas ruinas a modo de barricada que estaban calle abajo.
"Gracias al Emperador que estás aquí".
Viliad y sus hombres se abrieron paso con cuidado hacia la posición del pelotón comprobando que los edificios circundantes en busca de más francotiradores enemigos. Mientras alcanzaban la barricada, un joven teniente se adelantó con una mirada de ira ante la visión de la Compañía compitiendo con el alivio de su presencia.
"Soy el Teniente Kushiro'o de la 53ª Compañía Thracia Eidolon Auxillia. Soy el responsable de estos". Kushiro'o indico un grupo de maltrechos hombres, algunos con extremidades amputadas otros, sencillamente al borde de la muerte. Cada guardia lucía en el hombro de sus manchados trajes el Aquilis Imperialis: símbolo del águila por el que un billón de hombres vivían y darían la vida. Ahora los que portaban ese símbolo ya no eran aquellos valerosos guerrerros, tan solo eran los restos de una maltrecha unidad. Cobardes arrinconados por el miedo a perder su insignificante vida.
Viliad se quitó el casco y lo soltó ante la polvorienta tierra del teniente.
"El Hermano Mathias no perdió su vida ante una bala cobarde para salvar a estas... abominaciones". El rostro del sargento se contrajo por el odio mientras contemplaba a los sucios guardias supervivientes. "No son mejores que la escoria rebelde". Girandose hacía la posición sitiada, el Sargento Viliad se dirigió a sus hombres.
En nuestro campamento movilizamos rápidamente a las Escuadras de despliegue táctico. Definitivamente la 5ª Compañía de Apoyo Armado, saldría en su búsqueda. Nadie más estaba listo para partir.
Nada más llegar a la zona de la última transmisión recibida. No vieron nada. Se dispusieron a rastrear en busca de alguna señal que indicara su paradero. Entonces ocurrió todo.
El Sargento Viliad se lanzó a un cráter para ponerse a salvo mientras oía a los soldados de su Compañía hacer lo mismo un segundo después. El fuego de las armas laser abrasaba el aire por encima de su cabeza y levantaba pequeñas nubes de polvo al impactar sobre el destrozado borde de hormigón del cráter.
El visor de Viliad requirió su atención con un icono parpadeante. El pelotón de mis hombres se había redesplegado tres kilometros al Sur y se encontraba flanqueado, en un intento de maniobrar bajo un mortífero fuego cruzado en las ruinas de una ciudad.
Nuevas órdenes. El Sargento comunicó a los miembros de su Companía el nuevo objetivo y les hizo un ademán con la mano para que fuesen saliendo del cráter uno a uno y cruzaran la calle para ponerse a cubierto tras un cazador pesado destrozado.
Durante los segundos en que Viliad se puso al descubierto, quedando expuesto al fuego enemigo, pudo hacerse una composición de la escena que se desarrollaba frente a él. El horizonte parecía un infierno en el que solo destacaba la silueta dibujada de las minas abandonadas. Sabía que tendrian que atravesar aquellas ruinas y también sabía que era la ruta favorita de los francotiradores rebeldes y el lugar donde el primer pelotón había sido emboscado.
Viliad y su Compañía se movían ahora en paralelo hacia la línea del frente, en busca de movimientos furtivos en tierra de nadie. La escuadra se movía con la fuerza y determinación de las mejores tropas de élite de mi ejército. Se pusieron bajo cobertura, pero ellos no podrían retirarse y refugiarse como el primer pelotón. El Sargento Viliad había prometido no desperdiciar una sola gota de sangre de sus hombres por rescatar a esos débiles. Solo derramarían su sangre en nombre del Emperador y de su primer hijo nacído, Bulakov El'Leon.
A menos de un kilómetro del objetivo, se oyó un disparo mientras la Compañía cruzaba cinco metros a campo abierto. El soldado Mathias había recibido el impacto del proyectil en el pecho, justo debajo de la línea del cuello. Viliad y sus hombres, dieron un salto para ponerse rápidamente a cubierto mientras el sargento se enfurecía al comprobar que el objetivo del disparo no había sido una coincidencia.
Mediante la repetición de los tres últimos segundos de pelicula de la cámara incorporada en el casco de Mathias. Viliad pudo captar el destello más insignificante en medio de las sombras del cristal de una ventana de un edificio que tenían juso delante. Sabía que el asesino se movería inmediatamente después de ejecutar el disparo, ya que no desearía atraer el fuego enemigo arriesgando un segundo disparo desde la misma posición. Viliad ordenó a la Compañía que avanzase; cortarían la ruta de escape del francotirador en la base del edificio antes de que tuviese tiempo de disparar una segunda vez.
Tras bajar con rápidez por un callejón lateral, la escuadra comprobó que no tenía salida. Viliad no disponía de tiempo para abrir una brecha en el muro con una granada perforante y, en lugar de continuar con su camino, golpeó con su hombro el muro de granito con la fuerza de coloso. Mientras el muro caía derrumbado, se deslizó a través del agujero y comprobó que el francotirador había conducido a la Compañía a una emboscada, pero no habrían contado con la nueva ruta abierta por el sargento.
A cinco metros, Viliad se encontró con un grupo de rebeldes desaliñados que con sus rifles laser cubrían el exterior de la calle: la calle que Viliad y sus hombres habían seguido en pos del asesino de no haber elegido una ruta más directa. Viliad se apoyó sobre una rodilla balanceando su pistola de plasma a la vez. Sus soldados aparecieron detrás mientras apretaba el gatillo y seís rifles más dispararon en el preciso instante en que la habitación se llenaba con el destello de su pistola de plasma . Los rebeldes se desintegraron en una llamarada roja que se dilataba por el aire y cubría las paredes con un estucado escarlata.
"¿Sargento Viliad?", llamó una voz procedente de unas ruinas a modo de barricada que estaban calle abajo.
"Gracias al Emperador que estás aquí".
Viliad y sus hombres se abrieron paso con cuidado hacia la posición del pelotón comprobando que los edificios circundantes en busca de más francotiradores enemigos. Mientras alcanzaban la barricada, un joven teniente se adelantó con una mirada de ira ante la visión de la Compañía compitiendo con el alivio de su presencia.
"Soy el Teniente Kushiro'o de la 53ª Compañía Thracia Eidolon Auxillia. Soy el responsable de estos". Kushiro'o indico un grupo de maltrechos hombres, algunos con extremidades amputadas otros, sencillamente al borde de la muerte. Cada guardia lucía en el hombro de sus manchados trajes el Aquilis Imperialis: símbolo del águila por el que un billón de hombres vivían y darían la vida. Ahora los que portaban ese símbolo ya no eran aquellos valerosos guerrerros, tan solo eran los restos de una maltrecha unidad. Cobardes arrinconados por el miedo a perder su insignificante vida.
Viliad se quitó el casco y lo soltó ante la polvorienta tierra del teniente.
"El Hermano Mathias no perdió su vida ante una bala cobarde para salvar a estas... abominaciones". El rostro del sargento se contrajo por el odio mientras contemplaba a los sucios guardias supervivientes. "No son mejores que la escoria rebelde". Girandose hacía la posición sitiada, el Sargento Viliad se dirigió a sus hombres.
"Hermanos, nos vamos".
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